16/12/09

Ariodante

16/12/09 0
La ópera Ariodante en las Tertulias de LNE.

9/12/09

Kraus y la Cocina Económica

9/12/09 0


José Carlos González Abeledo
Presidente de la Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus


En mis siete años como Presidente de la Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus pocas satisfacciones he tenido, por no decir ninguna, mayores que la que el miércoles pasado viví al entregar a Sor Blanca, superiora de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, en presencia de Jaime Rojo, presidente de la Asociación Benéfica Cocina Económica de Oviedo, de varios de sus directivos, y de José Suárez Arias-Cachero, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, el cheque que llevaba escrita la cifra correspondiente al taquillaje del concierto homenaje a Alfredo Kraus, celebrado el pasado 7 de noviembre en el Auditorio Príncipe Felipe.

La Cocina Económica de Oviedo es una entidad benéfica ejemplar con la que colaboran muchas personas, empresas e instituciones, y en la que se percibe por tanto de manera singular lo que es la solidaridad humana. Sus instalaciones, en un alarde de buena gestiónpor parte de los miembros de su Junta Directiva, están renovándose y modernizándose de manera notable en los últimos años,a pesar del esfuerzo económico que ello supone al coincidiren el tiempo con una utilización de sus comedores que casi duplicaráen este año la que había en el 2007, consecuencia de la crisis económica que afecta al país.

La labor de las Hijas de la Caridad, que rigen la institución desde su fundación,es modélica,y la de sus directivos de un altruismo y generosidad dignos de todo elogio. A mi me producen una sana envidia pues entiendo que sus fines son de una altura de miras muy superior a la de los que, como nosotros, nos movemos dentro del ámbito cultural, en el fondo disfrutando deuna manera u otra de nuestras aficiones. Aunque comoen nuestro caso seahonrando la memoria de un artista de la categoría de Alfredo Kraus, al que recordamos de manera singular al cumplirse los diez años de su muerte.Estoy seguro que, allá donde esté, también él sentirá la mismasatisfacción que sentimos nosotros al ver que con su homenaje contribuimos al mantenimiento de la gran labor social que la Cocina Económica dispensa.

Creo también que no estaría de mas resaltar la desinteresada colaboración de los artistas que participaron en el concierto, y de todas las empresas e instituciones, entre las que encuentra este diario, que con su patrocinio y colaboración lo han hecho posible. Igualmente debo dar las gracias al público que masivamente asistió al concierto posibilitando con el dinero de su entrada alcanzar los objetivos previstos.Únicamente hemos de lamentaren todo este asunto la actitud de la Fundación Ópera de Oviedo, al no dar permiso a dos cantantes pertenecientes al elenco del reciente D. Giovanni para participar en el concierto,anteponiendo a la nobleza de los fines perseguidos temas personales de difícil justificación. Al lado de tantos comportamientos ejemplares, por parte de tantas personas e instituciones, la cortedad de miras de los responsables de la Ópera de Oviedo es, siento tener que decirlo,sencillamente lamentable.

26/11/09

Don Giovanni

26/11/09 0
Las tertulias de La Nueva España en torno a Don Giovanni

14/10/09

Tosca

14/10/09 0
La Tertulia de La Nueva España en torno a Tosca

18/9/09

Tertulia en torno a Ariadna en Naxos

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Las tertulias de ópera en La Nueva España en torno a Ariadna en Naxos, con la participación de Gerardo Herrero.

15/9/09

Ariadne bufa

15/9/09 0
Crítica sobre la "Ariadne auf Naxos" en La Voz de Asturias.
http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=514956

AURELIO M. SECO
Ariadne auf Naxos inauguró la temporada de ópera del Campoamor con una versión escénica atractiva de ver pero un tanto equivocada en su concepto, una correcta dirección musical de Sachio Fujioka y un elenco de intérpretes que obtuvo resultados artísticos bastante dispares, dentro de un buen nivel lírico general. Para la producción se quiso contar con Philippe Arlaud, que fue el encargado de la iluminación, escenografía, vestuario, dirección de escena e incluso de interpretar a el Mayordomo. Entre lo positivo está la escenografía, que vistió bien la producción, sin grandes alardes. Las dos grandes piezas arquitectónicas presentes durante toda la noche parecían estar pensadas según la dramaturgia de la ópera, con unas formas que, aunque adecuadas para encajar, no terminaron de hacerlo nunca, como lo culto y lo superficial, lo mítico y lo real, lo dramático y lo cómico. La estética fue abstracta, alejada del palacio que el hombre más rico de Viena tendría en el siglo XVIII, y un poco surrealista, aunque sólo sea por las butacas clavadas en las paredes y una estética que podría recordar a Dalí, por los labios al estilo de los de Mae West. Lo más atractivo llegó al final, con una especie de lluvia de labios que parecían proteger el recién nacido amor entre los protagonistas, justo en el momento en el que más apetecía contemplarlo. Pero lo que no gustó fue el concepto del director, que optó por convertir una obra simbólica e irónica en una bufonada llena de algunas cosas fuera de lugar. En su versión, el drama y la comedia no logran coexistir, sino que lo bufo lo contagia todo. Esto restó profundidad a los aspectos más dramáticos y simbólicos del argumento. Con esta ópera, Strauss y Hofmannsthal muestran que hay tanta verdad en el mito como mentira en la realidad, y denuncian las incoherencias y caprichos de los mecenas. Pero Arlaud se olvida de lo dramático y de otras muchas cosas. Sin venir a cuento, la obra comienza con una bofetada entre dos protagonistas, más tarde vemos a un profesor de música más parecido a Juan Tamariz que a lo que en la ópera representa el personaje; luego introduce unos cuantos gestos lascivos sin necesidad --en una historia que en absoluto los necesita ni va de eso-- quizás para hacer reír más, cuando tampoco es una ópera ideada para resultar graciosa. Llevado por una inusual energía, convierte las situaciones en tal cantidad de acciones a la vez y una tras otra, que se lía todo demasiado. Hay un continuo movimiento nervioso, contagioso y exagerado, que influye negativamente en las interpretaciones. Al final del prólogo observamos que al Compositor le da un ataque al corazón, cosa inventada que no era necesaria, y mucho menos que acto seguido se presentase un bombero. La sutil gracia de Zerbinetta y su coquetería la convierte Arlaud en otra cosa, pretendidamente graciosa y mucho más carnal. Introduce a todo un grupo de fornidos bomberos, que también podrían ser albañiles o ingenieros, porque no están en el libreto, y pone a la pobre Zerbinetta a tocarles su manguera, literalmente, exagerando otra vez su condición. Como parte del público no se conoce la ópera ni entiende alemán, pasa por alto aspectos como que, cuando Ariadna habla del bastón de Baco éste no lo tiene, o que haya desaparecido la cueva en la que se debería hallar Ariadne, y hace el juego fácil de emborrachar a varios comediantes, por lo de Baco. Algunos directores de escena deberían tomar ejemplo de lo que dejó escrito Schumann a sus alumnos: "Toca siempre como si un gran maestro te estuviese viendo". Al trabajo de Arlaud habría que ponerle al lado a Hofmannsthal y al propio Strauss vivos, supervisando su interesante lectura , a ver si duraba dos segundos en el cargo. Pero como ambos han muerto y lo que se lleva ahora es la incoherencia, además consentida por propios y extraños, pues Arlaud se va de Oviedo creyendo que ha hecho un gran trabajo, y parte del público tan tranquilo a sus casas hablando de los gigantescos labios del final de la obra. Por desgracia, esta es buena parte de la realidad que hoy abunda, y no sólo en Asturias. Katharine Goeldner dibujó un Compositor joven, sensible y coherente, con una preciosa línea de canto, interpretada con sumo gusto. Fue la más aplaudida por el público junto a Gillian Keith, en una velada acogida con bastante frialdad, en parte por el estilo de Strauss, pero también porque el nivel no consiguió levantar a la gente de sus butacas. Keith fue una gran Zerbinetta en un papel dificilísimo. En escena estuvo perfecta, por su jovialidad, acusada comicidad y dotes interpretativas. Incluso ayudó su muy apropiado físico. En lo lírico logró colmar las expectativas del personaje, llegó al difícil RE sobreagudo y a su MI floreado desenvuelta y con holgura, y aún así, todavía el personaje dio la sensación de necesitar algo más de exquisitez expresiva. Vesselin Stoykov no logró hacer creíble su interpretación del Profesor de música, necesitado de más peso lírico y escénico. El dúo de protagonistas formado por Richard Margison y Emily Magee no estuvo a la altura lírica de sus papeles, siendo como son, dos notables intérpretes. No consiguieron llenar la complejidad vocal de sus personajes, ni transmitir su profunda carga emocional al público. Marc Canturri estuvo muy acertado en el papel de Harlekin, en escena y cantando, gracias a una bonita voz de barítono de notable volumen, que supo adecuar muy bien al personaje. Tanto él como sus compañeros de escena, Juan Noval-Moro, Marc Pujol y Juan Antonio Sanabria fueron uno de los grandes alicientes de la producción, por su adecuación lírica y frescura interpretativa. También lo hizo bien José Manuel Díaz como un Lacayo. Algo más irregular resultó el trabajo de Susana Cordón, Mireia Pintó y Olatz Saitua, que construyeron unas ninfas demasiado nerviosas y bruscas, cuando la línea de su canto debería haber sonado más uniforme, empastada y delicada. Desde luego, no ayudó el maratón escénico al que se vieron sometidas. Francisco Vas fue un Maestro de danza soberbio, en escena y cantando, y Marcos García, un Peluquero sobrado de calidad. Fujioka parece haberse especializado en las orquestas de cámara. Tras su trabajo en The turn of the screw , volvió a ofrecer su buena cara interpretativa, aunque algo menos conseguida. Más bien habría que hablar de corrección, tanto en su caso como en el de la Oviedo Filarmonía. Resultó agradable ver entre sus miembros a Gabriel Ureña, una de nuestras más firmes promesas del violonchelo. La versión dejó ver la intención de director y orquesta, pero no fue suficiente para dar vida a la complejidad del recitativo de la obra, ni a la atmósfera wagneriana del segundo acto. También se podría haber mejorado un poco su factura instrumental.

13/9/09

Arlaud y Nucci

13/9/09 0

(artículo publicado en La Nueva España el 12 de septiembre de 2009)


Arlaud y Nucci

Por Carlos Glez. Abeledo


Casi recién llegado de La Coruña, donde tuve la oportunidad de asistir junto a otros aficionados asturianos a un soberbio recital de Leo Nucci y a una notable representación de I Puritani, me encuentro con unas declaraciones en este mismo medio -sábado, 5 de septiembre, pág. 7- de Philippe Arlaud, responsable de la dirección escénica de la ópera Ariadne auf Naxos con la que se inaugura la temporada ovetense. Entre otras lindezas dice este señor: “No negocio con el cantante, si se niega a hacer algo, lo echo”. Vemos pues en qué consiste el tan mal utilizado concepto de obra de arte total, referido a la ópera, compendio de varias disciplinas artísticas, y por tanto, consecuencia de una intensa labor de equipo. El equipo, en este caso, es únicamente el Sr. Arlaud, por encima de cualquier otro integrante de la producción, incluido el director musical.

El artículo no tiene desperdicio y es una clara muestra de los derroteros por los que discurre hoy la ópera, dominada desgraciadamente por personajes como el Sr. Arlaud con el consentimiento de muchos responsables de teatros, directores artísticos y presidentes de entes organizativos, el silencio vergonzante también de muchos directores de orquesta, cantantes y músicos, y el aplauso cómplice de las personas que ejercen la crítica operística, que en su mayoría no tienen ni de lejos los conocimientos necesarios para ejercer la misma. Sinceramente creo que estas declaraciones deberían tener adecuada respuesta. No la mía, a la postre un simple aficionado como tantos otros, sino la de algún responsable o patrocinador de la temporada al que como mínimo le sorprendan los modos, de un absolutismo total, de este “artista” que ningunea al director musical, ofende a los cantantes y enmienda sin ningún rubor la plana nada menos que a Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal, autores de la música y el texto de Ariadne.

En contraposición es oportuno traer a colación las manifestaciones efectuadas por Leo Nucci tras su Rigoletto del pasado mes de junio en el Teatro Real, en donde se enfrentó a la responsable escénica de dicha representación, que cambiaba de época (no podía ser de otra manera) la historia escrita por Piave. Al respecto Nucci afirmaba que en la ópera "la dramaturgia está en la partitura, y cuando uno canta lo que debe hacer es leer lo que escribió el autor". Sobre la actual moda de los directores de escena que quieren ser autores a toda costa, dice: “Es un abuso y una arrogancia apropiarse de la inteligencia de los otros (los autores), y eso es lo que hacen los directores de escena”. Acerca de su desencuentro con la directora, que no quería que saliese con joroba y cojeando, tiene "clarísimo" que la dirección que necesita su papel la pautó milimétricamente Verdi hace 158 años. Por eso él se empeña en cantar con joroba: "Rigoletto es un hombre horriblemente deforme y, si eso no se comprende, ni la historia, ni la música, que cada vez que él entra marca sus desacompasados pasos, tiene sentido". Nucci concluye: “Los directores de ópera son unos arrogantes y unos abusones". Es obligado precisar que la función en la que intervino Leo Nucci fue un éxito arrollador, con el primer “bis” de la historia reciente del Real (la ya famosa “vendetta”), mientras que el resto de funciones, que fueron unas cuantas, pasaron sin pena ni gloria.


4/7/09

Aún hay divos

4/7/09 0
Artículo de Carlos G. Abeledo en La Nueva España

El extraordinario recital de la pasada semana en el teatro Campoamor protagonizado por José Cura y Elina Garanca y organizado por Cajastur a beneficio de la Fundación Banco de Alimentos de Asturias ha tenido la virtud de reafirmarnos unas cuantas cosas, que no me resisto a dejar de comentar. En primer lugar, certificar una vez más la acertada y generosa política cultural y social de la primera entidad financiera asturiana, que aun en tiempos de crisis se atreve a ofrecer un espectáculo lírico de primerísimo orden a unos precios que ya quisieran en otras ciudades españolas, por no hablar de las extranjeras. Y esto hay que agradecerlo a pesar de que en Oviedo estamos mal acostumbrados por la generosidad del Ayuntamiento y de otras instituciones, que permiten al aficionado disfrutar en muchas ocasiones de buenos espectáculos musicales a precios muy moderados.

En segundo lugar, hemos de lamentar que ni siquiera el loable destino de los ingresos de taquilla, otro gran acierto de la entidad organizadora, moviera al aficionado a asistir en masa al concierto de dos de las más acreditadas figuras de la lírica internacional. Sabemos de siempre que el en teoría muy arraigado sentimiento lírico ovetense no se manifiesta con el mismo fervor en los conciertos y recitales como en las representaciones operísticas de la temporada oficial. El análisis de ello pienso que sería, sociológicamente al menos, un buen tema para una tesis doctoral. La asistencia al teatro fue más que escasa, lo cual, tratándose de uno de los mejores tenores de las dos últimas décadas, que además nunca había cantado en Oviedo, y de la mezzosoprano de más proyección internacional de los últimos años, nos hace poner seriamente en duda, al menos cuantitativamente, esa pretendida afición ovetense por la lírica. En tercer y último lugar, me congratula enormemente como aficionado comprobar que en estos sorpresivos tiempos que nos toca vivir en la lírica, en donde parece más importante el continente que el contenido, el ropaje que la autenticidad canora y los elementos colaterales del espectáculo operístico que los aspectos puramente musicales, todavía hay artistas que únicamente con su voz y arte por delante son capaces de enardecer y emocionar a quienes tienen la fortuna de poder escucharlos.

El concierto, de una exquisitez absoluta a pesar de ciertos resabios fuera de estilo del tenor, con una OSPA que sonó en muchos momentos como pocas veces se ha escuchado (mérito indudable del maestro Chichon, a pesar de los pocos ensayos de que dispuso), en seguida encandiló al respetable, que jaleó a los artistas con continuos bravos y ovaciones. Algunos detalles escénicos de indudable buen gusto y oportunidad (entradas y salidas de los cantantes, por ejemplo) ayudaron también al buen fin del espectáculo, a pesar de lo angosto del escenario. En definitiva, quiero creer que mientras existan cantantes como José Cura y Elina Garanca los aficionados aún tendremos esperanzas de que las cosas vuelvan a su cauce y el «desmadre» operístico actual pase a mejor vida. Aún hay divos, y éstos, mal que les pese a algunos, son la salsa de la ópera.

Carlos G. Abeledo

17/4/09

Intervención de Carlos G. Abeledo

17/4/09 0
Intervención del Presidente de Foro Opera 1011, Carlos G. Abeledo, en la Asamblea Anual de la Asociación de Amigos de la Ópera de Oviedo.

Sr. Presidente. Miembros de la Junta Directiva. Estimados socios:

La Asociación ha traspasado a la Fundación Ópera de Oviedo la gestión y desarrollo de su Temporada de Ópera. Es un tema ya conocido y aprobado en su día sobre el que no nos vamos ahora a pronunciar. Vamos a suponer que era necesario o al menos conveniente para un mejor desenvolvimiento de la temporada. Dicho esto, no podemos dejar de apuntar que la ABAO gestiona directamente su temporada sin Fundación de por medio, manejando unos presupuestos que ya quisiéramos para nosotros, en su mayoría provenientes también de las administraciones públicas.

El caso es que con este sistema poca capacidad de actuación nos queda a los socios de la AAAO. Mas bien ninguna. Las cuentas que podemos aprobar, las de la propia Asociación, carecen de relevancia, así como su presupuesto anual. No podemos tampoco en rigor influir sobre la programación, que también es cosa de la Fundación. Recordamos cuando todavía hace pocos años era en la Asamblea anual donde los socios nos enterábamos de la programación de la temporada siguiente. Programación que al día siguiente salía publicada en la prensa para conocimiento del público en general, y no como ahora en que nos enteramos junto al resto de aficionados por la prensa bastante antes de la celebración de la Asamblea. Es decir, hablando claro, somos meros comparsas, que pintamos bien poco, sin ninguna posibilidad real de influir en las decisiones con nuestra opinión.

El derecho al pataleo (o a mostrar el zapato), que es lo que nos queda, no queremos que se limite al teatro cuando la representación, por su calidad, mejor dicho, por su falta de calidad, se haga acreedora de ello. De nuestra disconformidad con la actual situación queremos que al menos también quede constancia en esta Asamblea, al igual que lo denunciamos siempre que tenemos ocasión en otros foros. Para eso hemos constituido Foro Ópera 1011, para canalizar el descontento de muchos aficionados con la forma de llevar la Temporada por Uds. Estos aficionados son a su vez los que votaron en las últimas elecciones a la candidatura alternativa, y suponen, no lo olviden, un 46 % de los asociados que ejercieron su derecho al voto. Yo creo que mejor encuesta que esa no la hay. Las encuestas son fáciles de manipular y admiten todas las interpretaciones que se quiera. Y digo esto a raíz de la noticia aparecido hace pocos días en la prensa acerca de una encuesta efectuada a los aficionados durante las representaciones de la temporada pasada. Basándonos en los datos puramente objetivos que se han publicado y aplicando sencillos principios de análisis estadístico, la distribución resultante está claramente ubicada en posiciones mas cercanas a nuestros postulados, que a las que Uds. defienden.

Por ello, en mi nombre y en el del grupo de personas a las que represento, con todo respeto, les decimos:

1º Que reprobamos su gestión en la Fundación Ópera de Oviedo como responsables de la programación de la Temporada 2008-2009, en lo referente al elenco vocal de La Boheme, las escenografías del Barbero y el Ballo, y la coincidencia en la misma temporada de dos obras de los años cincuenta del pasado siglo, que si bien pueden tener su razón de ser en temporadas mas largas, en la nuestra, con solo cinco títulos, no. Supone un 40% de la programación, lo cual nos parece excesivo e inadecuado.

2º Les pedimos que respeten la tradición e historia de la Temporada ovetense, a la que es bueno incorporar, como las distintas directivas han ido haciendo a lo largo de los años, lo bueno que los tiempos actuales permiten e incluso demandan en cuestiones escénicas y de organización, pero sin caer en los errores y modernismos transgresores tan de moda hoy, por mucho que estén a la orden del día en teatros y temporadas de mas importancia que la nuestra.

3º Que moderen su modo de gestionar la temporada, haciendo que lo que oigamos y veamos mantenga de verdad el necesario equilibrio entre música y escena, sin olvidar lo que es mas importante, que es el respeto a los autores. Miren, de nuestro grupo se dicen muchas cosas: lo último que estamos apoyados por el PSOE para intentar llevar la ópera a la Laboral. Por supuesto que eso es rotundamente falso. Al igual que otras cosas que se dijeron cuando las elecciones. Lo que sí es cierto, en nuestra opinión, es que Uds. no buscan el equilibrio entre música y escena. Uds. claramente están decantados a favor de la escena, y además, de una escena en muchas ocasiones de una zafia vulgaridad. Es una opción, desgraciadamente de moda hoy en otros muchos sitios. Pero díganlo claramente y no intenten engañar al aficionado. Y sí, es verdad, nosotros queremos ver en el Campoamor a los más relevantes cantantes. No nos vale la excusa de su elevado “cachet” (en cualquier caso el que merecen) para no traerlos, pues actúan con normalidad en temporadas españolas similares a la nuestra. Evidentemente si el presupuesto es escaso y se invierte gran parte del mismo en novedosas producciones escénicas, muchas de ellas de escasa o nula calidad, no habrá dinero para buenos cantantes. Porque, vamos a ver ¿no hubiera sido mas conveniente gastar el dinero que se invirtió en un nuevo vestuario para La Bohème, simplemente por decir que se trasladaba la acción al Mayo del 68, en traer otro tenor? ¿Tan difícil es tener algo de mano izquierda con los cantantes y flexibilidad con los ensayos de las grandes figuras, para que hubiéramos podido ver, como estaba previsto, a Inva Mula? Querer es poder, y lo demás son cuentos.

En fin, para terminar les diré que en mi opinión con sólo un poco de ese equilibrio que Uds. dicen que tienen y del cual en nuestra opinión carecen absolutamente, contentarían de verdad a la gran mayoría de los socios, que es a lo que creo que cualquier directiva debe aspirar, y lo que el sentido común pide. Mientras sigan por la línea actual seguiremos mostrando nuestra disconformidad, mal que les pese. Eso sí, con educación, como siempre hemos hecho.

16/4/09

Asamblea anual de la AAOO

16/4/09 0

Repercusión en la prensa de la Asamblea anual de la Asociación de Amigos de la Ópera de Oviedo



15/3/09

Tannhäuser en Madrid

15/3/09 1
Interesante crítica del estreno de Tannhäuser en el teatro Real de Madrid.

21/2/09

Opiniones sobre la temporada 2008/2009

21/2/09 0
Las Tertulias de La Nueva España (I, II y III)













Pasión por la ópera, división en la escena

Los dos últimos títulos de la temporada lírica mostraron las desavenencias que, como en el resto de Europa, separan a defensores y críticos de lo teatral en la lírica

Pablo GALLEGO. La Nueva España, 8/feb/2009
Un análisis de las encuestas de opinión realizadas en el Principado en los últimos 30 años revela que la supuesta pasión política de los asturianos es un mito. Quizá sea entonces la ópera el último reducto de discusiones enfervorizadas y defensa a ultranza de los valores que cada cual considera de mayor importancia. ¿Cómo se explica si no que un aficionado, a la postre representante de la fiscalía en el Principado, blandiese un zapato como protesta en el estreno de «Un ballo in maschera»?

La 61.ª temporada de ópera de Oviedo, recién terminada -a falta del último espectáculo infantil, «La Cenicienta»-, ha estado envuelta en una polémica que nace de la eterna disputa que puebla todas las casas de ópera con tanta solera como la ovetense: ¿qué importa más, la música y las voces o la escena?

Unos dirán que los cantantes y lo escrito por el compositor -sobre todo en los títulos más representativos del género- son lo primero, más allá de las ideas que tenga el responsable escénico de turno. Y los otros, que música y escena son dos caras de la misma moneda, y que la una sin la otra resta valor al género como paradigma de espectáculo total.
En el caso particular del coliseo ovetense, estos dos puntos de vista se personifican en José Carlos G. Abeledo y Jaime Martínez. Uno, presidente de la Asociación Lírica Asturiana «Alfredo Kraus» y defensor del punto de vista tradicional. En su opinión, «el director de escena no es un creador, sino el intérprete de una obra maestra concebida en su tiempo».
Jaime Martínez, partidario de la profesionalización del ciclo y de la escena como «vehículo transmisor de emoción que hace comprensible y más intenso el mensaje del autor», es el presidente de la directiva actual, tras su reelección en marzo de 2008. Con un 67 por ciento de participación, Martínez fue elegido por 1.272 votos, frente a los 1.011 de Abeledo, que ya había formado parte de la primera directiva de Amigos de la Ópera. En respuesta al resultado electoral, Martínez y su equipo, renovado, comenzaron a planificar los títulos que conformarán el ciclo en los próximos años. Y Abeledo, después de anunciar que volvería a presentarse a las siguientes elecciones «si la directiva no cambia de actitud», optó por crear una nueva asociación, Ópera 1.011, inspirada en el número de votos obtenidos.
Los tres últimos títulos de la temporada, empezando por «The Rake's Progress» y, sobre todo, «El barbero de Sevilla» y «Un ballo in maschera», con pateos como hacía mucho tiempo no se escuchaban en el Campoamor, llevaron al extremo esta disputa por la escena. La polémica por los aspectos teatrales de la ópera de Rossini llegó a tal punto que algunos de los cantantes aprovecharon las entrevistas publicadas por este periódico para cargar contra la concepción de sus personajes de la responsable escénica, Mariame Clément.

En esta nueva producción del Stadt Theater de Berna y la Ópera de Oviedo, el conde de Almaviva y Fígaro se desahogaban contra una pared, y la pícara Rosina se depilaba con bandas de cera mientras cantaba «Una voce poco fa», un momento que hizo levantar ampollas entre parte del público, que incluso increpó a la mezzosoprano. Algo inocente si lo comparamos con los montajes de Calixto Bieito o con la producción berlinesa de «Idomeneo» de Mozart, retirada por amenazas al presentar las cabezas cortadas de Mahoma, Jesucristo, Buda y Poseidón.
En el Verdi que casi por tradición cierra la temporada ovetense, Riccardo (alias del rey Gustavo III de Suecia) fue más un capo de la camorra napolitana al que la banda enemiga pretende quitar de en medio que el monarca del libreto original. Y la bruja Ulrica, la responsable de una clínica ilegal, con nacimiento clandestino incluido. De nuevo el silencio y la expectación que precedieron al saludo de la directora de escena, Susana Gómez, terminaron en un pateo que hizo retumbar el teatro y desatar un zapato, y en una salva de aplausos entre los que se mezclaron aquéllos a los que les gustó la producción con los que, en respuesta a las críticas, optaron por aplaudir aún más fuerte si cabe.
Uno de los bandos, por llamarlos de algún modo, acusa a los «escénicos» de ser una claque que aplaude por sistema. El contrario dicen que se refugia en las partes altas del teatro para patear con mayor discreción y al amparo de la oscuridad, como consecuencia de una derrota electoral sin digerir. Son rencillas que a los ajenos a las pasiones de la ópera les resultan incomprensibles y pueriles por su vehemencia, y que no se dan más allá de la primera función, salga el responsable escénico a saludar al final de las otras tres o no.
Parece indudable que el tren de la lírica internacional camina sobre dos raíles. Uno, la voz y la música; el otro, un componente escénico sin el que descarrilaría. El debate sigue abierto, aquí y en el resto de casas de ópera. Parte de los aficionados no aceptan que se modifiquen los aspectos temporales de las obras, que trasladan la acción a otro momento de la historia o a un tiempo sin definir.
Curiosamente, tres de los mayores éxitos de las últimas temporadas apostaron por esta fórmula: «Elektra» en septiembre de 2004, obra del tristemente desaparecido Santiago Palés; y dos producciones del aclamado Robert Carsen, «Jenufa» en diciembre de 2005 y «Diálogos de carmelitas» en septiembre pasado. La tan necesaria reforma escénica del Campoamor hace difícil que su trabajo vuelva a disfrutarse en próximas temporadas. Las dos facciones deberían pensar más que nunca en unirse por el bien de la segunda temporada de ópera más antigua de España. Por un lado, para aunar esfuerzos de cara a la crisis que se avecina. Y por otro, para lograr un frente sólido que pueda exigir para la lírica en Asturias -que no sólo de Oviedo son los aficionados al género- la subvención autonómica que merece y los derechos que hasta ahora se le han negado en comparación con otras temporadas. Para que continúe el estreno en Oviedo de títulos que, inexplicablemente, nunca se habían visto en 61 años. Y porque nunca ha ido tanta gente a ver ópera como ahora. Diferencias a un lado, la pasión es la misma.

Ópera Oviedo, esperpento

10 de Febrero del 2009 - María Rodríguez Fernández (Gijón)

El tema de la ópera de Oviedo raya el esperpento y no sólo en el escenario, circunstancia esta última a la que, si nadie pone remedio, tendremos que acostumbrarnos, dados los montajes escénicos que una y otra vez están empeñados en hacernos tragar bajo la justificación de la «renovación» y la «modernidad». Vistas las puestas en escena de «El barbero», una especie de cubo de Rubik en plan «barato paisa» o caja de cerillas giratoria en la que puedes ver a un señor orinando o a una chica depilándose, o de «Un ballo», con el famoso parto/aborto, me pregunto: ¿qué se aporta o en qué se enriquece la obra? Ahora bien, si según los gurús de la ópera de Oviedo esto es lo que se lleva, yo propongo: ¿por qué no retocamos el cuadro de las «Meninas» de Velázquez y les ponemos minifalda para actualizarlas? ¿Y si introducimos alteraciones en los párrafos de las páginas del «Quijote» transformando a sus personajes en vaqueros gays a lo «Brokeback Mountain»? ¡Ya está bien de deformar creaciones realizadas por verdaderos artistas!

Decía que el esperpento trasciende a la escena, ¿o sea, que los que no estamos de acuerdo con la forma de dirigir la ópera de Oviedo somos todos sociatas y enemigos de nuestra querida capital? ¿O sea, que todos los espectadores que patearon en la primera función de las óperas «Barbero» y «Ballo» son todos rojos y están de acuerdo en desmontar la ópera de Oviedo para llevarla a Gijón? Señores, el rollo del cerco a Oviedo no cuela entre la gente inteligente, que por suerte para Asturias es mucha, déjense ya de buscar excusas para encubrir su inoperancia. Ah, y por cierto, ni Oviedo es sólo ópera ni están los tiempos para tener sueños megalómanos. A lo mejor hay que dejar de mirarse al ombligo, a lo mejor hay que reducir sueldos, dietas, asesores, colaboradores... etcétera, y no funciones infantiles como propone el director artístico, a lo mejor hay que darse cuenta de dónde estamos y cómo están los tiempos. Redimensionen la temporada, señores, redistribuyan mejor su presupuesto, gasten más en buenas voces y menos en tanto circo, que para eso ya está el Price, y, por favor, no deshagan nuestro querido Festival de la ópera de Oviedo.

La ópera de/en Oviedo
15 de Febrero del 2009 - Julio Caso de los Cobos y Galán (Oviedo)

Ha terminado con más pena que gloria la LXI Temporada de Ópera de Oviedo; temporada que allá por los años cincuenta se llamaba "de ópera italiana". Con el transcurso del tiempo ya comprobamos en qué se está convirtiendo; podemos dividirla en dos espacios: el que abarca más o menos el repertorio tradicional y el que introduce títulos de avanzado siglo XX que en nada tienen que ver con la afición tradicional que ha traído la ópera hasta hoy. Diciéndolo de otro modo, se dividen los títulos en progretas y en casposos. Los primeros son aquellos "parvenues" que haciendo gala de un supuesto conocimiento musical quieren imponer a los segundos obras que pasan de principio a fin sin que les diga nada ni a unos ni a otros; eso sí, si se les pregunta, pocos tendrán el valor de decir que estas temporadas están decayendo y que vendrán muy bien para ciertos directores de orquesta, escena y cantantes que no van a llegar más allá, porque el que llega arriba hace otros repertorios.

Que si aquello de los "teléfonos", "Jenufa", "Vuelta de tuerca", "The Rake's" y otros plúmbeos espectáculos, unido a las transgresoras representaciones que últimamente programan, está llevando a gran parte de los asistentes al desánimo, teniendo en cuenta que es un espectáculo no precisamente barato y, en principio, si se paga es porque gusta, aunque haya excepciones y motivaciones distintas.

Después de muchos años de abono, casi cuarenta, de otros períodos de asistencia alternos, de otros años de comparsa, "maldito" que se llamaba entonces, voy a tener que cambiar de aficiones, no porque me llamen casposo, sino porque estoy hasta la coronilla de estas programaciones, de una señora que come y chupa caramelos de celofán, que además tiene el brazo flojo, entiéndaseme, por favor, que dice bravo sin ton ni son.

Combatir esta postura mía calificándola de casposa es desconocer los repertorios italianistas que se están representando a pesar de los profetas en todos los teatros, que no todo es poner "La Bohème", que hay muchas obras de Bellini, de Verdi, de Puccini, de Donizzetti y otros que o no se representaron en Oviedo o lo hicieron muy pocas veces. Pero que encima se coja una ópera de Verdi y se destroce escénicamente con unos cambios de vestuario, época, parto/aborto (no me quedó claro), un baile de disfraces, que no de máscaras, absurdo, yo creo que tiene delito.

Hay personas que han expresado su opinión a este respecto y otros llegando a decir, refiriéndose al "Barbero", que no se entiende que "los gags de las meadas y la depilación pudieran afectar tanto a determinadas personas, porque los condes también mean" y otras lindezas, olvidándose de la canción de los "Bee Gees" que inicia el protagonista y otros vocablos en inglés. Y todo eso le parece a una persona naïf y divertido. Debo suponer que a esas personas también le gustó lo del Boeing del "Viaje a Reims". No cabe duda de que a la directora Clement le gustan mucho el retrete, las meadas y otras cosas, ya que como las hace todo el mundo en su vida real hay quien opina que hay que llevarlo a la época de los faraones de "Aida".

Al director musical Álvaro Albiach le parece que las reacciones exaltadas del público hacen que venir a Oviedo parezca ir a una zona apartada del mundo, pues bien, no venga usted más por aquí y todos contentos.

El crítico de LA NUEVA ESPAÑA señor Cosme Marina dice que ya es una tradición el desmelene del respetable en cuanto asoma la nariz a escena el responsable escénico y que la Asociación debería atreverse con algún montaje de Calixto Bieito. Pues al señor Bieito ya lo conocemos aquí desde su intervención en el "Barberillo de Lavapiés" en el año 2005 en la temporada de zarzuela y esperemos que no vuelva. Ya la había armado anteriormente en el Liceo precisamente con un "Ballo in maschera", con urinarios y todo; ya la armó en Mérida con "Los Persas", "Réquiem por un soldado", "Wozzeck", en el Liceo y en el Real. Es que hay mucho casposo, no solamente en Oviedo.

Ya que se alude a la Asociación, yo no estoy cuestionando que hayan ganado las elecciones, pero pienso que deberían tener en cuenta el margen con que lo han hecho, que incluso se ha llegado a formar una asociación llamada 1.011, que es el número de socios que votaron a otra candidatura, y que esos movimientos asociativos no deben producir el rebote que hace poco trascendió a la prensa.

El calendario filtrado para el año que viene no presagia nada bueno, y menos con la que se puede armar entre republicanos y falangistas en "Ainadamar". De propina para los casposos "Tosca", "Simón Boccanegra" y "Don Giovanni". No sé si muchos habrán escuchado "Ariadna en Naxos" o "Ariodante", pero son dos pestiños de mucho cuidado; tampoco sé si los que queramos vender abonos tendremos la suerte que se corre cuando se programan esos títulos tan innovadores y que no hay quien coloque, eso lo saben de sobra en la Asociación.

Este escrito tenía que haberse terminado ya por mi parte, pero siguen saliendo cosas que es preciso matizar.

Así, un señor que firma como patrono de la Fundación Ópera de Oviedo dice que si añoramos a Diego Monjo y al telonín de árboles que salía en cuatro óperas distintas: pues mire usted, eso no es cierto, lo que sí lo es es que el Ayuntamiento pagaba casi todo y las cosas se hacían como se podía, ni aviones, ni aves, ni gaitas, el deportivo rojo de Argall aparcado en la trasera del teatro una semana, unos coros del Liceo que válgame Dios qué malos eran, y aun así el público sabía moderar sus críticas e incluso pateos, pero por aquí pasaron los mejores cantantes de cada momento. Yo no sé cuentas veces ha ido don Ignacio Martínez a la ópera de Oviedo y, sobre todo, pagando, pero las afirmaciones de su escrito, amén de su alusión a una persona por su cargo, es cuando menos una grosería. Claro que lo de patrono de la Fundación Ópera de Oviedo ya sabemos por dónde le viene, no precisamente porque ejerza un mecenazgo directo sobre la misma.

Y ahora encima el lunes nos cae la bronca del director artístico de la ópera de Oviedo. Pues muy bien, no cabe duda de que hay que adaptarse a los tiempos y democráticamente tendré que escoger lo que me gusta. Hoy día hay muchas tecnologías para ver y escuchar ópera, el tiempo dirá si la ópera en Oviedo se puede sostener con progretas o con casposos. Que tome nota la directiva.


Una temporada de ópera «posmoderna»

Con dos buenos cantantes para «La Bohème» y dos escenografías adecuadas para el «Barbero» y el «Ballo» la nota sería de notable alto.


CARLOS GONZÁLEZ ABELEDO . Presidente de Foro Ópera 1011.

La Nueva España, 4 de febrero de 2009

Vivimos en plena era de la «posmodernidad». Todo es relativo y sólo tiene carácter de autenticidad la «realidad virtual» con que machaconamente nos inundan los medios, sin que la inmensa mayoría de la sociedad ni siquiera se plantee un mínimo análisis o controversia intelectual. Y eso ocurre a todos los niveles: el político, el moral, el cultural, etcétera. La verdad y la mentira son pues conceptos manejables, que no tienen valor objetivo. Y así se acepta como verdad lo que no deja de ser una mentira. Basta que lo repita lo suficiente la televisión, la prensa, un grupo de opinión o un partido político para que se acepte sin más.


A nivel mundial en la ópera estamos asistiendo a un claro ejemplo de lo que antecede. Así se dice: «Hay que modernizar la ópera». Y ¿en qué consiste esa pretendida modernización? ¿En ofrecer oportunidades a los compositores contemporáneos para que compongan nuevas óperas? No. ¿En fomentar la creatividad de músicos y libretistas para que surjan nuevos modelos musicales? Tampoco. ¿En, por lo menos, estrenar las óperas que algunos compositores ya tienen compuestas? Muy de tarde en tarde. ¿En aplicar a las escenografías los adelantos tecnológicos actuales para hacerlas más bellas y espectaculares? Ni mucho menos. Modernizar la ópera consiste básicamente en destrozar las obras de repertorio, cambiándolas de época y lugar, descontextualizando, por tanto, texto y música, siguiendo las «ocurrencias» de geniales directores escénicos que ofrecen una visión personal y «actual» de las supuestas intenciones de sus autores, llámense éstos Verdi, Rossini o un casi contemporáneo Stravinski.


En nombre de esta «puesta al día» de la ópera se están cometiendo verdaderos atropellos en casi todos los teatros del mundo, faltando al respeto a compositores y a libretistas y al propio público. Una ópera representada hoy tal como la concibieron sus autores no tiene interés. Y algunos teatros rivalizan en presentar las escenografías más «provocadoras» en bien de esta supuesta modernización de la ópera. El asalto a los centros de decisión en los teatros por los nuevos «gurús» de la ópera, la sorprendente pasividad de muchos cantantes y directores de orquesta y el aplauso de una crítica sin ningún o poco conocimiento musical, pero que se encuentra muy a gusto cerca de los centros de poder, han hecho que una clara mentira, es decir, que modernizar la ópera sea descontextualizar las obras, sea aceptada incluso por gran parte del público, nuevo o menos nuevo, que asiste masivamente a las programaciones operísticas, como la gran verdad de estos tiempos.


Desgraciadamente, las temporadas de ópera ovetenses han caído desde hace algunos años con todo el equipaje en esta moda de la «modernización». Esta temporada sólo un título podríamos decir (con algunas reservas) que fue representado en su contexto: «Diálogos de Carmelitas». Las otras cuatro fueron representadas como a sus respectivos directores de escena les dio la gana. No obstante, hemos mejorado con respecto a la pasada temporada: las cinco fueron representadas fuera de contexto. En dos ediciones de diez óperas, nueve. Buen promedio. Este año, no obstante, parece que los aficionados han dicho por fin basta, y han exteriorizado claramente su desacuerdo con las dos últimas producciones: un «Barbero de Sevilla», que claramente no sacó a los buenos cantantes que hubo todo lo que podían haber dado, y un «Baile de máscaras», cuya absurda escenografía perjudicó también al equipo vocal, que no fue tan malo como dio la impresión, a juzgar por los pocos aplausos recogidos.


Como balance de la temporada que acaba de finalizar hemos de apuntar en el haber las estupendas representaciones de «Diálogos de Carmelitas», ópera de no excesivos méritos musicales en comparación con las grandes obras del repertorio, pero con valores dramáticos contrastados y diez minutos finales sobrecogedores. Tanto el reparto vocal, muy equilibrado, con actuaciones sobresalientes de María Bayo, Elena de la Merced y la grata sorpresa de una impecable Kristine Jepson, como el trabajo escénico, muy cuidado y original, convirtieron estas funciones en las mejores de la temporada, con notable diferencia sobre el resto. No podemos decir lo mismo de las funciones de «La Bohème». Si bien la escenografía era bonita y la dirección escénica estaba impregnada del buen gusto del que siempre hace gala Sagi, hemos de tachar de gratuita (y totalmente anacrónica con el texto) la ubicación temporal en el Mayo del 68. En lo vocal pocos papeles estuvieron correctamente servidos y los dos protagonistas no estuvieron, a mi juicio, a la altura que un teatro de la tradición del Campoamor requiere. Martina Zadro, con una buena línea de canto y una notable técnica (de hecho, fue la que mejor cantó), no tiene la vocalidad ni los medios necesarios para Mimí, por lo que se queda a mitad de camino. Por su parte, Carlos Cosías tiene que madurar aún como artista para ser un Rodolfo con la debida solvencia vocal. Si este reparto lo hubiéramos visto en otro teatro a 50 euros la butaca, diríamos que estupendo. En el Campoamor, a 129 euros, no. Existe hoy un buen número de tenores y de sopranos (aparte de Inva Mula) que podían haber cumplido con las expectativas que en los aficionados despierta siempre esta obra maestra. En conclusión, y en lo vocal (salvo el coro, que estuvo muy bien) una de las peores «Bohème» vistas en el Campoamor, sino la peor.

Con la ópera de Stravinski se rizó el rizo, al escenificarla en la Norteamérica de nuestros días, a pesar de las advertencias del propio autor en contra de cualquier manipulación escénica. Como consecuencia, los que nunca habíamos visto en directo esta ópera, que me atrevo a decir que seríamos la mayoría, podemos decir que la hemos oído, pero seguimos sin verla. Hemos visto otra cosa que no es lo que el autor y sus libretistas concibieron, por cierto, en época relativamente reciente, por lo que se entiende aún menos que en otras ocasiones el traslado de época. Si Stravinski, que cuando compuso la ópera ya llevaba unos cuantos años viviendo en Estados Unidos (por lo que hemos de suponer que conocía suficientemente la existencia de Las Vegas), hubiese querido situarla en esa ciudad, nada ni nadie se lo hubieran impedido. Pero no quiso. La quiso situar en Inglaterra y en el siglo XVIII. La escenografía que hemos visto en el Campoamor despojó a la obra de las verdaderas intenciones de Stravinski, convirtiéndola en algo más parecido a un musical de Broadway que a otra cosa, con prestaciones vocales en las que me es difícil destacar a nadie y que aburrieron al respetable hasta el punto que muchos espectadores marcharon en el descanso.

El «Barbero» contó con un equipo vocal muy solvente. Fue el mejor elenco de la temporada y así lo reconoció el público, que los aplaudió con ganas. A destacar el buen hacer tanto vocal como escénico de José Manuel Zapata (que se atrevió incluso con el difícil «Cessa de più resistere»), la solvencia de Bruno de Simone y Pietro Spagnoli y lamentar que lo absurdo de la escena impidiera brillar en sus respectivas arias a Silvia Tro y Simón Orfila. Hemos oído varias «Calumnias» al bueno de Simón. Pero es incompatible cantar dicha aria, expresando lo que el texto indica, mientras se está en una absurda pelea con el dentista (don Bartolo), a ver quién le saca una muela a quién. Lo mismo podemos decir del aria «Una voce poco fa» de Rosina. Independientemente del hecho de la depilación en sí (y de las piernas de la mezzo), no es situación que encaje con la música de Rossini. Así, casi todas las «gracias» que levantaron risas del público fueron producto de astracanadas que, por supuesto, no están en el libreto. En cambio, pasaron desapercibidos, dentro del barullo general, los múltiples detalles de fino humor que la obra encierra. Tampoco ayudó en nada a respetar el espíritu y las intenciones del compositor la lentitud con que el maestro Albiach llevó la obra, estorbando claramente a los cantantes, como a Zapata en el «Ecco ridente», al que casi ahoga. En definitiva, una pena no haber contado con un director solvente y una escena apropiada para haber disfrutado de unas muy buenas veladas operísticas.

Y llegamos al «Ballo». Obra de madurez de Verdi, precursora en lo musical de sus últimas obras maestras, contó con un equipo vocal entre lo discreto y lo bueno. Muy bien Ulrica, a quien se perjudicó en su terrorífica aria de entrada, como en los casos comentados anteriormente por lo absurdo de la escena. Excelente Beatriz Díaz, aunque el papel no es el más adecuado vocalmente para ella, de menos a más la Nizza, que debutaba en el papel, que es de esperar que mejore con el tiempo. Bien cantado el Ricardo por un Giuseppe Gipali de no muy sobrados medios (y que pagó injustamente el descontento del público con lo que estaba viendo) y decepción con el Renato de Ángel Ódena, totalmente ajeno al estilo de canto verdiano. Verdi no es verismo ni gritos. Destrozó su primer aria «Alla vita che t'arride» y mejoró algo en la difícil «Eri tu». El director y los coros, a buen nivel, aunque el primero hizo sonar demasiado a la orquesta y al propio coro en ocasiones, acercándose más al verismo que al bel canto verdiano. La escena, sin pies ni cabeza, deslució totalmente la representación de principio a fin, por lo que al igual que en la ópera anterior su responsable cosechó un pateo generalizado.

En resumen, nota media de la temporada: un aprobado discreto. Lo verdaderamente lamentable es que cambiando pocas cosas hubiese sido un notable alto: dos buenos cantantes para «La Bohème» y dos escenografías adecuadas para el «Barbero» y el «Ballo». Para conseguir el sobresaliente la cosa sería más difícil: otra ópera en vez del «Rake's Progress».

La ópera y el derecho a la libertad de expresión

GERARDO HERRERO AFICIONADO A LA ÓPERA Y SOCIO DE LA ÓPERA DE OVIEDO. Vicepresidente de Foro Ópera 1011

El pasado domingo, día 1 de febrero, LA NUEVA ESPAÑA publicó un artículo firmado por don Ignacio Martínez en calidad de patrono de la Ópera de Oviedo, titulado «Desmesura en el Campoamor: zapatos y palmas». Ante el contenido de dicho artículo, y porque en su parte final se produce un acometimiento a mi persona desde el punto de vista de mi actividad profesional, me veo en la obligación de contestar debidamente, para así aclarar algunos puntos:

l Hay que decir que yo asisto a la ópera de Oviedo desde hace más de cuarenta años (concretamente desde 1967), y siempre he manifestado públicamente al terminar el espectáculo la aprobación o desaprobación, como simple aficionado a la ópera, y no desde mi posición profesional, ya que he acudido siempre a las representaciones, a título privado y particular, pagando el correspondiente precio por las entradas, por lo que no se debe nunca involucrar mi actividad profesional con la particular, y máxime afirmando al final del artículo, y poniéndolo en boca de un anónimo espectador (que no creo que exista, y que se trate, más bien, de una excusa del autor del artículo o del entorno que lo haya confeccionado), «que no se teme por la ópera, sino por la justicia», mezclando el aspecto profesional y privado, lo cual no es admisible.

l No es cierto lo que el señor Martínez recoge en dicho artículo cuando afirma que en la primera función del «Ballo in maschera» una gran mayoría del público reaccionaba ovacionando para acallar el pateo, puesto que la mayor parte de los asistentes o guardaron silencio o patearon, salvo algunos tímidos aplausos, entre los que se encuentra ese otro grupo que aplaude todo lo que se representa, aunque el espectáculo tenga poca calidad.

l Manifiesta que tales incidentes se producen en los dos últimos títulos de la temporada. Eso es cierto, puesto que en el primero («Diálogos de Carmelitas»), los aplausos y ovaciones fueron unánimes, dada la gran calidad del espectáculo; en el segundo («La Bohème»), los aplausos fueron mayoritarios; y en el tercero («The Rake's Progress»), más silencio que otra cosa (así me informaron los que la vieron, pues yo no pude asistir a dicha representación). Entonces, no se patea todo, como dice el artículo, sino tan sólo lo que no tiene calidad o es una falta total de respeto al público, al autor, a los libretistas e incluso a los propios artistas, que muy a su pesar tienen que soportar el capricho de los directores de escena, pues así me lo han manifestado algunos de los que participaron en las dos últimas óperas.

l Reclama que nuestro ordenamiento jurídico debe regular el derecho al pataleo; pues sí, lo regula cuando nuestra Constitución recoge el derecho a la libertad de expresión, en su artículo 20, y así la ejerzo cuando un espectáculo no me gusta, en el libre ejercicio de tal derecho, y que no se va a limitar porque a los señores rectores de nuestra Ópera les disguste la división de opiniones y las muestras de desaprobación, aunque luego manifiesten que están muy contentos con la espontaneidad del público, lo cual no es así, tal como se deduce del citado artículo.

l También se dice que se ha convertido nuestro Campoamor en un circo, a causa de la disconformidad de muchos espectadores, cuando en realidad, el circo se produce en el escenario: soprano que se depila en escena mientras canta un aria; tenor y barítono que hacen como que orinan en el escenario y también que se esconden en cubos de basura; fontanero en el retrete; parto o aborto explícito que llega a ser grotesco y de mal gusto; vestuario hortera (así se viste al tenor de la última ópera, de domador de circo o similar...). De esta forma, el público que accede a la ópera por primera vez y que no conoce la versión original del libreto manifiesta en algunos casos su conformidad con el espectáculo, pues no puede dar otra opinión al desconocer aquélla.

l No es cierto que el pateo haya sido organizado previamente, pues fue algo espontáneo ante lo esperpéntico del último título de la temporada de la ópera ovetense, y no que haya sido por rivalidades previas, pues, como ya se dijo, tan sólo obedeció a la baja calidad del espectáculo.

l En lo referente a que en las demás funciones del último título no hubo pateos ni muestras de desaprobación, ello es normal, ya que el equipo escénico no sale a saludar al final de la representación. Tan sólo lo hizo la parte musical, por lo que el público aplaudió a los cantantes, ya que éstos lo hicieron bien en general. Bueno, hay una excepción, la quinta representación, fuera de abono, en la que parece ser que sí salió a saludar el equipo escénico y dicen fue ovacionado, lo cual sugiere que hubo un fin de fiesta en desagravio de la directora de escena.

En definitiva, las protestas en la últimas representaciones fueron como consecuencia de la baja calidad del espectáculo desde el punto de vista escénico, y las hice a título particular, como simple aficionado, no debiendo, por tanto, mezclarse con mi actividad profesional. No ha habido ni desmesura ni extralimitación, sólo el libre ejercicio del derecho a la libertad de expresión, que debe ser respetado por los órganos rectores de la Ópera de Oviedo, aunque no les guste, y venga de quien venga, con independencia de su profesión o actividad pública.

Ah, y lo del zapato se explica porque era mi única forma de protestar, pues estaba afectado por una afonía total y con fuerte dolor en la rodilla, de ahí que mostrara de esa forma mi desaprobación.

Viñeta en La Nueva España

«La Ópera de Oviedo ya no tiene un solo público sino muchos...

...y eso es fantástico»

«Es imposible contentar a todo el mundo, pero la gente debería tener la mente abierta a diferentes propuestas»


JAVIER MENÉNDEZ, Director artístico de la Ópera de Oviedo. La Nueva España, 2/feb/2009

Diana DÍAZ

Javier Menéndez (Oviedo, 1972) elabora las directrices de la Temporada de Ópera de Oviedo desde 2003. Menéndez, que cogió tablas como asistente del Teatro Liceo de Barcelona, repasa la temporada que acaba de terminar, a falta del último espectáculo de ópera para niños. El director artístico de la Ópera ovetense reflexiona sobre una temporada polémica, arriesgada y en evolución, a riesgo de los equilibrios presupuestarios.

-La LXI Temporada de Ópera echa el telón. ¿Qué destacaría en el balance?

-La creación de un nuevo público. Para mí es lo principal no sólo de esta temporada, sino de toda la trayectoria del proyecto operístico que hemos puesto en marcha en Oviedo.

-¿De qué manera?

-La quinta función fuera de abono, con unos precios reducidos que acercan la ópera a toda la población, ha sido clave para este objetivo. Esta iniciativa permite también incorporar a cantantes jóvenes a través de un segundo reparto. El éxito de público que ha respaldado esta iniciativa ha sido impresionante.

-¿Podría quedarse con alguna ópera de la LXI Temporada?

-Defiendo todas las óperas de la programación, pero el espectáculo de «Diálogos de Carmelitas» fue genial y con un reparto redondo. ¡Aunque está mal que yo lo diga! (Ríe). Fue un montaje sencillo e impactante, con María Bayo debutando en el papel, que estuvo magnífica. «Diálogos» y el «Rake's Progress» fueron las dos óperas del siglo XX de la temporada, lo que responde a la ampliación del repertorio, que pienso ha sido otro de los puntos importantes este año.

-Esta temporada ha tenido diferentes reacciones desde la grada.

-La Ópera de Oviedo ya no tiene un solo público, sino muchos públicos diferentes. Y eso es fantástico. «El barbero de Sevilla» fue pateado en el estreno, mientras que en la función de segundo «cast» la gente se reía como loca y gritaba «bravos». Me parece maravilloso que haya gente que venga a la ópera no a juzgar a un cantante determinado, sino a ver un espectáculo y dejarse sorprender. Los hay que quieren volver a disfrutar experiencias pasadas, que no digo que esté mal, y otros que se dejan sorprender y divertirse.


-¿Es difícil contentar a todo el mundo?

-Difícil no, imposible. Creo que, en general, la gente debería tener la mente abierta con la idea de poder disfrutar de varias propuestas, tanto en composición musical como estética visual. Pienso que es sanísimo poder alimentarse de una variedad de estéticas artísticas. No veo dónde puede estar el problema.

-Pero su proyecto lírico aboga por un equilibrio entre tradición y modernidad.

-Sí, es un equilibrio que también caracteriza la ópera en sí misma. No podemos olvidar que es un espectáculo arcaico, pero tampoco podemos pensar que «The Rake's Progress» es una novedad. ¡Una película, con sesenta años, ya se considera un clásico! En los siglos XVIII y XIX se consumían las óperas a la manera del cine de hoy. Si la ópera sobrevive es porque se le ha dado un aire de modernidad a todos los niveles, incluso en la interpretación musical. Si nos remontáramos a la década de los años veinte, cuarenta, cincuenta o sesenta, del siglo XX, estoy seguro de que el público no aceptaría muchas cosas.


-Explíquese.
-No se puede comparar el nivel de calidad con que se producen los espectáculos operísticos a día de hoy con lo que se hacía tan sólo hace 20 años. Por ejemplo, ahora cada uno de los seis títulos tiene lo menos veinte días de ensayos. En aquella época, las cosas se sostenían porque venían determinados divos a cantar, que no digo que no fueran excepcionales, pero como espectáculo conjunto no se podría sostener a día de hoy.


-Pretenden incorporar el sexto título en una época de crisis y en la que a la Ópera le fue denegado el aumento de la partida presupuestaria del Principado. ¿Repercutirá esto en algún aspecto de la temporada?

-En los espectáculos infantiles, ya que haremos uno en vez de tres. Pero será un espectáculo faraónico, en coproducción con Barcelona, Madrid, Bilbao, Valladolid y Sevilla. El «Retablo de Maese Pedro», de Falla, bajo la dirección de Enrique Lanz. Haremos más funciones, que se celebrarán en el Auditorio, por necesidades del montaje. No queremos desatender esta faceta de la programación, pero con la posibilidad de hacer un sexto título y la reducción de recursos por parte de la Consejería o, digamos, su falta de cumplimiento, nos vemos obligados a reducir por algún lado.


-Será difícil entonces programar con años vista.

-Las instituciones públicas tendrían que tener la conciencia de que la planificación de una temporada de ópera no puede tener una falta de seguridad presupuestario de un año para otro, sino una seguridad por lo menos de tres años. Eso si quieren verdaderamente apoyar un proyecto de gran proyección nacional y cada vez más internacional.


-¿Oviedo toma posiciones en el circuito lírico internacional?

-Cada vez los teatros confían más en nosotros y eso es difícil de conseguir. Estamos intentando sacar adelante proyectos con el Teatro de la Moneda de Bruselas, el Liceo y la English National Opera. Que el teatro sea fiable como entidad es difícil. Parece que nadie se entera de la seriedad y el compromiso que adquiere la Ópera de Oviedo. La falta muchísimo conseguir, pero que puede perderse de la noche a la mañana.

«La falta de apoyo de las instituciones nos puede llevar a perder un prestigio que cuesta mucho conseguir» «La reducción de recursos de la Consejería y el sexto título nos obligarán a recortar la programación infantil»de apoyo por parte de las instituciones públicas puede llevar a perder un prestigio que cuesta

 
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