En segundo lugar, hemos de lamentar que ni siquiera el loable destino de los ingresos de taquilla, otro gran acierto de la entidad organizadora, moviera al aficionado a asistir en masa al concierto de dos de las más acreditadas figuras de la lírica internacional. Sabemos de siempre que el en teoría muy arraigado sentimiento lírico ovetense no se manifiesta con el mismo fervor en los conciertos y recitales como en las representaciones operísticas de la temporada oficial. El análisis de ello pienso que sería, sociológicamente al menos, un buen tema para una tesis doctoral. La asistencia al teatro fue más que escasa, lo cual, tratándose de uno de los mejores tenores de las dos últimas décadas, que además nunca había cantado en Oviedo, y de la mezzosoprano de más proyección internacional de los últimos años, nos hace poner seriamente en duda, al menos cuantitativamente, esa pretendida afición ovetense por la lírica. En tercer y último lugar, me congratula enormemente como aficionado comprobar que en estos sorpresivos tiempos que nos toca vivir en la lírica, en donde parece más importante el continente que el contenido, el ropaje que la autenticidad canora y los elementos colaterales del espectáculo operístico que los aspectos puramente musicales, todavía hay artistas que únicamente con su voz y arte por delante son capaces de enardecer y emocionar a quienes tienen la fortuna de poder escucharlos.
El concierto, de una exquisitez absoluta a pesar de ciertos resabios fuera de estilo del tenor, con una OSPA que sonó en muchos momentos como pocas veces se ha escuchado (mérito indudable del maestro Chichon, a pesar de los pocos ensayos de que dispuso), en seguida encandiló al respetable, que jaleó a los artistas con continuos bravos y ovaciones. Algunos detalles escénicos de indudable buen gusto y oportunidad (entradas y salidas de los cantantes, por ejemplo) ayudaron también al buen fin del espectáculo, a pesar de lo angosto del escenario. En definitiva, quiero creer que mientras existan cantantes como José Cura y Elina Garanca los aficionados aún tendremos esperanzas de que las cosas vuelvan a su cauce y el «desmadre» operístico actual pase a mejor vida. Aún hay divos, y éstos, mal que les pese a algunos, son la salsa de la ópera.
Carlos G. Abeledo