30/8/10

Una «Traviata» con mantas

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Los mismos mimbres en un teatro y no al aire libre, con una pésima amplificación, hubieran posibilitado una representación más que digna


Por la izquierda, Svetla Krasteva y Enrique Ferrer levantan la copa del brindis durante la representación de «La Traviata».
Por la izquierda, Svetla Krasteva y Enrique Ferrer levantan la copa del brindis durante la representación de «La Traviata». marcos león

CARLOS GONZÁLEZ ABELEDO
En el cuarto acto (tercero en el libreto original) de esta popular ópera verdiana representada en la noche del pasado sábado en el magnífico patio de la Universidad Laboral, la protagonista se introduce en su cama cubierta con una manta roja. Hacía ya tiempo que los espectadores se habían enfundado en las mantas también rojas que la organización había puesto a disposición de los espectadores en previsión de una meteorología mas fría de lo esperado. Quizás por eso el respetable no se molestó en sacar las manos de debajo de las mantas para aplaudir un «Addio del passato» que quizás haya sido lo mejor de la representación, dominada por un desapacible viento que hizo insufrible la velada. Nada por otra parte que no se pudiese prever en un clima como el asturiano a últimos de agosto.

Frío pues en las butacas y también sobre el escenario, aunque, es de justicia decirlo, en éste debido a las características técnicas del lugar y a la manera de hacer posible la audición, mas que a la calidad de los artistas y músicos intervinientes. Que la ópera es un espectáculo concebido para oír en un teatro es cosa sabida. Que la amplificación electrónica está reñida con la ópera también. Que, excepcionalmente, si no hay un teatro disponible, se pueda dar una ópera en un escenario al aire libre usando amplificación, podría ser admitido. Que se represente en un patio, por muy emblemático que éste sea, en uno de cuyos laterales se ubica un magnífico teatro, en cuya remodelación se acaban de gastar 17 millones de euros, 6 de los cuales se han empleado en dotarle de una caja escénica con todos los adelantos técnicos necesarios para poder representar cualquier espectáculo operístico, no se entiende.

Mas o menos mil personas calculan los organizadores que asistieron al espectáculo, que por cierto empezó mas de diez minutos tarde. En el Teatro de la antigua Universidad Laboral, ahora simplemente Laboral -no sabemos si para ahorrar palabras o por algún otro motivo mas o menos inconfesable- caben perfecta y cómodamente sentadas 1.400 personas. El sábado se abrieron las puertas del teatro para permitir a los asistentes ir al baño. Caros aseos nos han salido.

La por otra parte pésima amplificación, llena de interferencias, ruidos y desajustes, impide hacer un análisis mínimamente serio de los aspectos musicales de la velada. El único micrófono que funcionó correctamente fue el de la soprano Svetla Krasteva, la cual estuvo más que correcta en el dificilísimo papel de Violeta. De los demás no podemos decir nada, incluyendo coro y orquesta. Lamentable la amplificación de Enrique Ferrer y mas lamentable todavía la de Luis Cansino. Algo mejor la de Milagros Martín, que estuvo sobrada como Flora y menos bien la del poleso Juan Noval, lo que le impidió lucir su bella voz, aunque cumplió sobradamente como Gastone.

Sencilla y, lo cual hoy es de agradecer, acorde con el libreto, la escenografía, que resaltaban dos pantallas gigantes colocadas a ambos lados del escenario. Pero los subtítulos no se veían. La experiencia de muchos años de espectador me permite aventurar que los mismos mimbres, en un teatro, hubiesen posibilitado el ver y oír una, sino sobresaliente, sí digna Traviata, lo cual no es poco, dada la dificultad de la obra. Si lo del sábado sirve como escarmiento y los responsables se olvidan del patio de La Universidad Laboral como lugar para ofrecer representaciones operísticas, daremos por bueno el frío que pasamos, a pesar de las mantas.

Publicado en La Nueva España, 30 de agosto de 2010
 
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