21/2/09

La ópera y el derecho a la libertad de expresión

21/2/09
GERARDO HERRERO AFICIONADO A LA ÓPERA Y SOCIO DE LA ÓPERA DE OVIEDO. Vicepresidente de Foro Ópera 1011

El pasado domingo, día 1 de febrero, LA NUEVA ESPAÑA publicó un artículo firmado por don Ignacio Martínez en calidad de patrono de la Ópera de Oviedo, titulado «Desmesura en el Campoamor: zapatos y palmas». Ante el contenido de dicho artículo, y porque en su parte final se produce un acometimiento a mi persona desde el punto de vista de mi actividad profesional, me veo en la obligación de contestar debidamente, para así aclarar algunos puntos:

l Hay que decir que yo asisto a la ópera de Oviedo desde hace más de cuarenta años (concretamente desde 1967), y siempre he manifestado públicamente al terminar el espectáculo la aprobación o desaprobación, como simple aficionado a la ópera, y no desde mi posición profesional, ya que he acudido siempre a las representaciones, a título privado y particular, pagando el correspondiente precio por las entradas, por lo que no se debe nunca involucrar mi actividad profesional con la particular, y máxime afirmando al final del artículo, y poniéndolo en boca de un anónimo espectador (que no creo que exista, y que se trate, más bien, de una excusa del autor del artículo o del entorno que lo haya confeccionado), «que no se teme por la ópera, sino por la justicia», mezclando el aspecto profesional y privado, lo cual no es admisible.

l No es cierto lo que el señor Martínez recoge en dicho artículo cuando afirma que en la primera función del «Ballo in maschera» una gran mayoría del público reaccionaba ovacionando para acallar el pateo, puesto que la mayor parte de los asistentes o guardaron silencio o patearon, salvo algunos tímidos aplausos, entre los que se encuentra ese otro grupo que aplaude todo lo que se representa, aunque el espectáculo tenga poca calidad.

l Manifiesta que tales incidentes se producen en los dos últimos títulos de la temporada. Eso es cierto, puesto que en el primero («Diálogos de Carmelitas»), los aplausos y ovaciones fueron unánimes, dada la gran calidad del espectáculo; en el segundo («La Bohème»), los aplausos fueron mayoritarios; y en el tercero («The Rake's Progress»), más silencio que otra cosa (así me informaron los que la vieron, pues yo no pude asistir a dicha representación). Entonces, no se patea todo, como dice el artículo, sino tan sólo lo que no tiene calidad o es una falta total de respeto al público, al autor, a los libretistas e incluso a los propios artistas, que muy a su pesar tienen que soportar el capricho de los directores de escena, pues así me lo han manifestado algunos de los que participaron en las dos últimas óperas.

l Reclama que nuestro ordenamiento jurídico debe regular el derecho al pataleo; pues sí, lo regula cuando nuestra Constitución recoge el derecho a la libertad de expresión, en su artículo 20, y así la ejerzo cuando un espectáculo no me gusta, en el libre ejercicio de tal derecho, y que no se va a limitar porque a los señores rectores de nuestra Ópera les disguste la división de opiniones y las muestras de desaprobación, aunque luego manifiesten que están muy contentos con la espontaneidad del público, lo cual no es así, tal como se deduce del citado artículo.

l También se dice que se ha convertido nuestro Campoamor en un circo, a causa de la disconformidad de muchos espectadores, cuando en realidad, el circo se produce en el escenario: soprano que se depila en escena mientras canta un aria; tenor y barítono que hacen como que orinan en el escenario y también que se esconden en cubos de basura; fontanero en el retrete; parto o aborto explícito que llega a ser grotesco y de mal gusto; vestuario hortera (así se viste al tenor de la última ópera, de domador de circo o similar...). De esta forma, el público que accede a la ópera por primera vez y que no conoce la versión original del libreto manifiesta en algunos casos su conformidad con el espectáculo, pues no puede dar otra opinión al desconocer aquélla.

l No es cierto que el pateo haya sido organizado previamente, pues fue algo espontáneo ante lo esperpéntico del último título de la temporada de la ópera ovetense, y no que haya sido por rivalidades previas, pues, como ya se dijo, tan sólo obedeció a la baja calidad del espectáculo.

l En lo referente a que en las demás funciones del último título no hubo pateos ni muestras de desaprobación, ello es normal, ya que el equipo escénico no sale a saludar al final de la representación. Tan sólo lo hizo la parte musical, por lo que el público aplaudió a los cantantes, ya que éstos lo hicieron bien en general. Bueno, hay una excepción, la quinta representación, fuera de abono, en la que parece ser que sí salió a saludar el equipo escénico y dicen fue ovacionado, lo cual sugiere que hubo un fin de fiesta en desagravio de la directora de escena.

En definitiva, las protestas en la últimas representaciones fueron como consecuencia de la baja calidad del espectáculo desde el punto de vista escénico, y las hice a título particular, como simple aficionado, no debiendo, por tanto, mezclarse con mi actividad profesional. No ha habido ni desmesura ni extralimitación, sólo el libre ejercicio del derecho a la libertad de expresión, que debe ser respetado por los órganos rectores de la Ópera de Oviedo, aunque no les guste, y venga de quien venga, con independencia de su profesión o actividad pública.

Ah, y lo del zapato se explica porque era mi única forma de protestar, pues estaba afectado por una afonía total y con fuerte dolor en la rodilla, de ahí que mostrara de esa forma mi desaprobación.

Viñeta en La Nueva España

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