21/2/09

Opiniones sobre la temporada 2008/2009

21/2/09
Las Tertulias de La Nueva España (I, II y III)













Pasión por la ópera, división en la escena

Los dos últimos títulos de la temporada lírica mostraron las desavenencias que, como en el resto de Europa, separan a defensores y críticos de lo teatral en la lírica

Pablo GALLEGO. La Nueva España, 8/feb/2009
Un análisis de las encuestas de opinión realizadas en el Principado en los últimos 30 años revela que la supuesta pasión política de los asturianos es un mito. Quizá sea entonces la ópera el último reducto de discusiones enfervorizadas y defensa a ultranza de los valores que cada cual considera de mayor importancia. ¿Cómo se explica si no que un aficionado, a la postre representante de la fiscalía en el Principado, blandiese un zapato como protesta en el estreno de «Un ballo in maschera»?

La 61.ª temporada de ópera de Oviedo, recién terminada -a falta del último espectáculo infantil, «La Cenicienta»-, ha estado envuelta en una polémica que nace de la eterna disputa que puebla todas las casas de ópera con tanta solera como la ovetense: ¿qué importa más, la música y las voces o la escena?

Unos dirán que los cantantes y lo escrito por el compositor -sobre todo en los títulos más representativos del género- son lo primero, más allá de las ideas que tenga el responsable escénico de turno. Y los otros, que música y escena son dos caras de la misma moneda, y que la una sin la otra resta valor al género como paradigma de espectáculo total.
En el caso particular del coliseo ovetense, estos dos puntos de vista se personifican en José Carlos G. Abeledo y Jaime Martínez. Uno, presidente de la Asociación Lírica Asturiana «Alfredo Kraus» y defensor del punto de vista tradicional. En su opinión, «el director de escena no es un creador, sino el intérprete de una obra maestra concebida en su tiempo».
Jaime Martínez, partidario de la profesionalización del ciclo y de la escena como «vehículo transmisor de emoción que hace comprensible y más intenso el mensaje del autor», es el presidente de la directiva actual, tras su reelección en marzo de 2008. Con un 67 por ciento de participación, Martínez fue elegido por 1.272 votos, frente a los 1.011 de Abeledo, que ya había formado parte de la primera directiva de Amigos de la Ópera. En respuesta al resultado electoral, Martínez y su equipo, renovado, comenzaron a planificar los títulos que conformarán el ciclo en los próximos años. Y Abeledo, después de anunciar que volvería a presentarse a las siguientes elecciones «si la directiva no cambia de actitud», optó por crear una nueva asociación, Ópera 1.011, inspirada en el número de votos obtenidos.
Los tres últimos títulos de la temporada, empezando por «The Rake's Progress» y, sobre todo, «El barbero de Sevilla» y «Un ballo in maschera», con pateos como hacía mucho tiempo no se escuchaban en el Campoamor, llevaron al extremo esta disputa por la escena. La polémica por los aspectos teatrales de la ópera de Rossini llegó a tal punto que algunos de los cantantes aprovecharon las entrevistas publicadas por este periódico para cargar contra la concepción de sus personajes de la responsable escénica, Mariame Clément.

En esta nueva producción del Stadt Theater de Berna y la Ópera de Oviedo, el conde de Almaviva y Fígaro se desahogaban contra una pared, y la pícara Rosina se depilaba con bandas de cera mientras cantaba «Una voce poco fa», un momento que hizo levantar ampollas entre parte del público, que incluso increpó a la mezzosoprano. Algo inocente si lo comparamos con los montajes de Calixto Bieito o con la producción berlinesa de «Idomeneo» de Mozart, retirada por amenazas al presentar las cabezas cortadas de Mahoma, Jesucristo, Buda y Poseidón.
En el Verdi que casi por tradición cierra la temporada ovetense, Riccardo (alias del rey Gustavo III de Suecia) fue más un capo de la camorra napolitana al que la banda enemiga pretende quitar de en medio que el monarca del libreto original. Y la bruja Ulrica, la responsable de una clínica ilegal, con nacimiento clandestino incluido. De nuevo el silencio y la expectación que precedieron al saludo de la directora de escena, Susana Gómez, terminaron en un pateo que hizo retumbar el teatro y desatar un zapato, y en una salva de aplausos entre los que se mezclaron aquéllos a los que les gustó la producción con los que, en respuesta a las críticas, optaron por aplaudir aún más fuerte si cabe.
Uno de los bandos, por llamarlos de algún modo, acusa a los «escénicos» de ser una claque que aplaude por sistema. El contrario dicen que se refugia en las partes altas del teatro para patear con mayor discreción y al amparo de la oscuridad, como consecuencia de una derrota electoral sin digerir. Son rencillas que a los ajenos a las pasiones de la ópera les resultan incomprensibles y pueriles por su vehemencia, y que no se dan más allá de la primera función, salga el responsable escénico a saludar al final de las otras tres o no.
Parece indudable que el tren de la lírica internacional camina sobre dos raíles. Uno, la voz y la música; el otro, un componente escénico sin el que descarrilaría. El debate sigue abierto, aquí y en el resto de casas de ópera. Parte de los aficionados no aceptan que se modifiquen los aspectos temporales de las obras, que trasladan la acción a otro momento de la historia o a un tiempo sin definir.
Curiosamente, tres de los mayores éxitos de las últimas temporadas apostaron por esta fórmula: «Elektra» en septiembre de 2004, obra del tristemente desaparecido Santiago Palés; y dos producciones del aclamado Robert Carsen, «Jenufa» en diciembre de 2005 y «Diálogos de carmelitas» en septiembre pasado. La tan necesaria reforma escénica del Campoamor hace difícil que su trabajo vuelva a disfrutarse en próximas temporadas. Las dos facciones deberían pensar más que nunca en unirse por el bien de la segunda temporada de ópera más antigua de España. Por un lado, para aunar esfuerzos de cara a la crisis que se avecina. Y por otro, para lograr un frente sólido que pueda exigir para la lírica en Asturias -que no sólo de Oviedo son los aficionados al género- la subvención autonómica que merece y los derechos que hasta ahora se le han negado en comparación con otras temporadas. Para que continúe el estreno en Oviedo de títulos que, inexplicablemente, nunca se habían visto en 61 años. Y porque nunca ha ido tanta gente a ver ópera como ahora. Diferencias a un lado, la pasión es la misma.

Ópera Oviedo, esperpento

10 de Febrero del 2009 - María Rodríguez Fernández (Gijón)

El tema de la ópera de Oviedo raya el esperpento y no sólo en el escenario, circunstancia esta última a la que, si nadie pone remedio, tendremos que acostumbrarnos, dados los montajes escénicos que una y otra vez están empeñados en hacernos tragar bajo la justificación de la «renovación» y la «modernidad». Vistas las puestas en escena de «El barbero», una especie de cubo de Rubik en plan «barato paisa» o caja de cerillas giratoria en la que puedes ver a un señor orinando o a una chica depilándose, o de «Un ballo», con el famoso parto/aborto, me pregunto: ¿qué se aporta o en qué se enriquece la obra? Ahora bien, si según los gurús de la ópera de Oviedo esto es lo que se lleva, yo propongo: ¿por qué no retocamos el cuadro de las «Meninas» de Velázquez y les ponemos minifalda para actualizarlas? ¿Y si introducimos alteraciones en los párrafos de las páginas del «Quijote» transformando a sus personajes en vaqueros gays a lo «Brokeback Mountain»? ¡Ya está bien de deformar creaciones realizadas por verdaderos artistas!

Decía que el esperpento trasciende a la escena, ¿o sea, que los que no estamos de acuerdo con la forma de dirigir la ópera de Oviedo somos todos sociatas y enemigos de nuestra querida capital? ¿O sea, que todos los espectadores que patearon en la primera función de las óperas «Barbero» y «Ballo» son todos rojos y están de acuerdo en desmontar la ópera de Oviedo para llevarla a Gijón? Señores, el rollo del cerco a Oviedo no cuela entre la gente inteligente, que por suerte para Asturias es mucha, déjense ya de buscar excusas para encubrir su inoperancia. Ah, y por cierto, ni Oviedo es sólo ópera ni están los tiempos para tener sueños megalómanos. A lo mejor hay que dejar de mirarse al ombligo, a lo mejor hay que reducir sueldos, dietas, asesores, colaboradores... etcétera, y no funciones infantiles como propone el director artístico, a lo mejor hay que darse cuenta de dónde estamos y cómo están los tiempos. Redimensionen la temporada, señores, redistribuyan mejor su presupuesto, gasten más en buenas voces y menos en tanto circo, que para eso ya está el Price, y, por favor, no deshagan nuestro querido Festival de la ópera de Oviedo.

La ópera de/en Oviedo
15 de Febrero del 2009 - Julio Caso de los Cobos y Galán (Oviedo)

Ha terminado con más pena que gloria la LXI Temporada de Ópera de Oviedo; temporada que allá por los años cincuenta se llamaba "de ópera italiana". Con el transcurso del tiempo ya comprobamos en qué se está convirtiendo; podemos dividirla en dos espacios: el que abarca más o menos el repertorio tradicional y el que introduce títulos de avanzado siglo XX que en nada tienen que ver con la afición tradicional que ha traído la ópera hasta hoy. Diciéndolo de otro modo, se dividen los títulos en progretas y en casposos. Los primeros son aquellos "parvenues" que haciendo gala de un supuesto conocimiento musical quieren imponer a los segundos obras que pasan de principio a fin sin que les diga nada ni a unos ni a otros; eso sí, si se les pregunta, pocos tendrán el valor de decir que estas temporadas están decayendo y que vendrán muy bien para ciertos directores de orquesta, escena y cantantes que no van a llegar más allá, porque el que llega arriba hace otros repertorios.

Que si aquello de los "teléfonos", "Jenufa", "Vuelta de tuerca", "The Rake's" y otros plúmbeos espectáculos, unido a las transgresoras representaciones que últimamente programan, está llevando a gran parte de los asistentes al desánimo, teniendo en cuenta que es un espectáculo no precisamente barato y, en principio, si se paga es porque gusta, aunque haya excepciones y motivaciones distintas.

Después de muchos años de abono, casi cuarenta, de otros períodos de asistencia alternos, de otros años de comparsa, "maldito" que se llamaba entonces, voy a tener que cambiar de aficiones, no porque me llamen casposo, sino porque estoy hasta la coronilla de estas programaciones, de una señora que come y chupa caramelos de celofán, que además tiene el brazo flojo, entiéndaseme, por favor, que dice bravo sin ton ni son.

Combatir esta postura mía calificándola de casposa es desconocer los repertorios italianistas que se están representando a pesar de los profetas en todos los teatros, que no todo es poner "La Bohème", que hay muchas obras de Bellini, de Verdi, de Puccini, de Donizzetti y otros que o no se representaron en Oviedo o lo hicieron muy pocas veces. Pero que encima se coja una ópera de Verdi y se destroce escénicamente con unos cambios de vestuario, época, parto/aborto (no me quedó claro), un baile de disfraces, que no de máscaras, absurdo, yo creo que tiene delito.

Hay personas que han expresado su opinión a este respecto y otros llegando a decir, refiriéndose al "Barbero", que no se entiende que "los gags de las meadas y la depilación pudieran afectar tanto a determinadas personas, porque los condes también mean" y otras lindezas, olvidándose de la canción de los "Bee Gees" que inicia el protagonista y otros vocablos en inglés. Y todo eso le parece a una persona naïf y divertido. Debo suponer que a esas personas también le gustó lo del Boeing del "Viaje a Reims". No cabe duda de que a la directora Clement le gustan mucho el retrete, las meadas y otras cosas, ya que como las hace todo el mundo en su vida real hay quien opina que hay que llevarlo a la época de los faraones de "Aida".

Al director musical Álvaro Albiach le parece que las reacciones exaltadas del público hacen que venir a Oviedo parezca ir a una zona apartada del mundo, pues bien, no venga usted más por aquí y todos contentos.

El crítico de LA NUEVA ESPAÑA señor Cosme Marina dice que ya es una tradición el desmelene del respetable en cuanto asoma la nariz a escena el responsable escénico y que la Asociación debería atreverse con algún montaje de Calixto Bieito. Pues al señor Bieito ya lo conocemos aquí desde su intervención en el "Barberillo de Lavapiés" en el año 2005 en la temporada de zarzuela y esperemos que no vuelva. Ya la había armado anteriormente en el Liceo precisamente con un "Ballo in maschera", con urinarios y todo; ya la armó en Mérida con "Los Persas", "Réquiem por un soldado", "Wozzeck", en el Liceo y en el Real. Es que hay mucho casposo, no solamente en Oviedo.

Ya que se alude a la Asociación, yo no estoy cuestionando que hayan ganado las elecciones, pero pienso que deberían tener en cuenta el margen con que lo han hecho, que incluso se ha llegado a formar una asociación llamada 1.011, que es el número de socios que votaron a otra candidatura, y que esos movimientos asociativos no deben producir el rebote que hace poco trascendió a la prensa.

El calendario filtrado para el año que viene no presagia nada bueno, y menos con la que se puede armar entre republicanos y falangistas en "Ainadamar". De propina para los casposos "Tosca", "Simón Boccanegra" y "Don Giovanni". No sé si muchos habrán escuchado "Ariadna en Naxos" o "Ariodante", pero son dos pestiños de mucho cuidado; tampoco sé si los que queramos vender abonos tendremos la suerte que se corre cuando se programan esos títulos tan innovadores y que no hay quien coloque, eso lo saben de sobra en la Asociación.

Este escrito tenía que haberse terminado ya por mi parte, pero siguen saliendo cosas que es preciso matizar.

Así, un señor que firma como patrono de la Fundación Ópera de Oviedo dice que si añoramos a Diego Monjo y al telonín de árboles que salía en cuatro óperas distintas: pues mire usted, eso no es cierto, lo que sí lo es es que el Ayuntamiento pagaba casi todo y las cosas se hacían como se podía, ni aviones, ni aves, ni gaitas, el deportivo rojo de Argall aparcado en la trasera del teatro una semana, unos coros del Liceo que válgame Dios qué malos eran, y aun así el público sabía moderar sus críticas e incluso pateos, pero por aquí pasaron los mejores cantantes de cada momento. Yo no sé cuentas veces ha ido don Ignacio Martínez a la ópera de Oviedo y, sobre todo, pagando, pero las afirmaciones de su escrito, amén de su alusión a una persona por su cargo, es cuando menos una grosería. Claro que lo de patrono de la Fundación Ópera de Oviedo ya sabemos por dónde le viene, no precisamente porque ejerza un mecenazgo directo sobre la misma.

Y ahora encima el lunes nos cae la bronca del director artístico de la ópera de Oviedo. Pues muy bien, no cabe duda de que hay que adaptarse a los tiempos y democráticamente tendré que escoger lo que me gusta. Hoy día hay muchas tecnologías para ver y escuchar ópera, el tiempo dirá si la ópera en Oviedo se puede sostener con progretas o con casposos. Que tome nota la directiva.


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