21/2/09

"Un fin de fiesta desangelado"

21/2/09

La ópera «Un ballo in maschera» recibió un sonoro pateo en su estreno ayer en el teatro Campoamor. El reparto femenino se llevó las mayores ovaciones de la jornada, en la que Giuseppe Gipali decepcionó.


Diana DÍAZ La Nueva España, 23/ene/2009

La LXI Temporada de ópera de Oviedo debía acabar anoche con el fiestón de las danzas finales de «Un ballo in maschera» de Verdi. Pero ni el montaje ni las voces provocaron el alborozo del público. Tras una función desangelada, los asistentes en forma mayoritaria se desahogaron con un sonoro pateo a la directora de escena, Susana Gómez, cuando salió a saludar al escenario junto a su equipo.

Si puede hablarse de un triunfador en una velada desganada, fueron las voces femeninas, según indicaron los aplausos finales, aunque el barítono Ángel Ódena fue un Renato creíble, «in crescendo» y en plena forma. En cambio, de Giuseppe Gipali -Riccardo- se esperaba más -de hecho, se llevó protestas por parte de la grada-, aunque tuvo sus momentos. De este modo, Amarilli Nizza -Amelia- conquistó con su capacidad melódica y las partes más dramáticas, mientras que Beatriz Díaz -Óscar- defendió con madurez un rol más ligero que los que aborda normalmente. Elena Manistina -es decir, Ulrica- fue un ejemplo de cómo sacar el máximo partido a un papel secundario.

La hechicera Ulrica de la versión original fue en esta ocasión una comadrona ilegal, que asiste a un parto durante la aria de presentación del personaje. Este hecho agitó las butacas.

La nueva producción de la ópera de Oviedo fue acogida en general con frialdad. La versión presentada ayer, que acerca la ópera de Verdi al público actual, logró un efecto atemporal con la mezcla de elementos de diferentes estilo y época. Un palacio minimalista de corte isabelino inaugura la ópera, que pasará por los guiños pop, la clínica clandestina, los suburbios más peligrosos o la discoteca donde se celebra el último baile. Una transformación que dio continuidad a la producción, pero en la que se insertaron momentos que descolocaron al público.

El segundo acto tuvo mayor empaque que el inicial, y el tercero tuvo el mayor efecto en el público, logrando los protagonistas su respectivo aplauso en cada una de sus arias principales. La escena se transformó en una discoteca con gogós incluidas y vistoso desfile de disfraces, en la que la iluminación de Eduardo Bravo, a destacar a lo largo de la producción, tuvo su impacto definitivo, invitando al público a la fiesta de disfraces, en la que no faltaron Papá Noel, la Virgen, un soldado nazi y Sissi la emperatriz.

La Orquesta «Oviedo Filarmonía» realizó una gran interpretación bajo la batuta de Paolo Arrivabeni, que «sacó los colores» a la orquesta con gran variedad de detalles y expresividad en la narración musical de la ópera, uno de los títulos de Verdi que camina hacia la madurez del compositor.

El Coro de la Ópera de Oviedo realizó un buen trabajo, especialmente las voces masculinas, que tienen el peso del apartado vocal. Otro aspecto que lució sobre la escena fue la coreografía de los bailarines que, como a modo de pantomima, fueron adelantando la trama.

El teatro Filarmónica acogerá esta tarde, a las ocho, la película «La Luna», de Bernardo Bertolucci. La película del reconocido director italiano cuenta con música de Giuseppe Verdi, el compositor que da carpetazo a la temporada lírica.

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